... Y OTRO QUE PASABA POR ALLÍ, VA Y LO TIRA AL RÍO
Pues aquí estamos otra vez, que no es poco. Ha costado lo suyo, pero, por fin, hemos dado con el Anillo Único, o eso parece. En cualquier caso, esta es una historia que comenzó tiempo ha y que hasta el día de hoy, todavía no ha concluído (¿será verdad que Frodo vive?) y por eso merece ser contada con calma.
La primera vez que leí 'El Señor de los Anillos' debía tener unos trece o catorce años y fue durante el inicio de aquel maravilloso verano que yo empezaba convaleciente de una apendicitis (si mi memoria no falla), algo que, a priori, no debería haber pasado de tres días y que acabaron resultando diecinueve fastidiosos días encerrado en un hospital, mientras mis amigos disfrutaban de las largas excurisones en bicicleta y... (bueno vale, seguramente ocupabámos nuestro tiempo en cualquier otra cosa menos bucólica, pero es más entrañable recordarlo así, ¿no?).
En fin, a lo que íbamos. Yo estaba ansioso por dejar el hospital y comenzar mis más que merecidas vacaciones que, a buen seguro, tenían que ser las mejores de mi vida, puesto que aquel mismo año todos dábamos el gran salto: dejábamos el 'cole' para ir al 'insti'. A partir de septiembre comenzábamos una nueva y excitante vida, en la que la mochila quedaría enterrada en lo más profundo del desván (ojalá hubiera tenido uno) para dar paso a la carpeta forrada y los bolis en la mano, mientras paseábamos por las calles del pueblo con descaro. Íbamos a comernos el mundo, ahora que ya no saldríamos al patio del recreo, sino que gozaríamos de total libertad para ir i venir fuera del instituto, mientras los chavales de octavo de EGB nos observaban con envidia como nos pavoneábamos delante de nuestro antiguo colegio, , tal y como habíamos hecho nosotros no hacía mucho... Pero, de repente, todas mis espectativas se habían visto truncadas con aquella inesperada traición de mi propio cuerpo, ¿podéis creerlo? Por suerte para mí, he de decir que siempre he tenido buenos amigos (a parte de una familia genial) que estuvieron viniendo a visitarme con cierta regularidad (más o menos).
Fue en una de esas visitas cuando Juan, uno de mis mejores amigos (un abrazo y, aunque ha pasado mucho tiempo, lo sigo considerando como a tal, de veras) me habló de la obra de Tolkien y de lo fascinado que estaba con aquel libro. Yo, al principio, lo miré con escepticismo y él, para copnvencerme, me dejó el primer volumen de la Trilogía, 'La Comunidad del Anillo', que acababa de leer. Lo había sacado de la biblioteca y debía devolverlo aquella misma semana, pero como por aquel tiempo la seriedad no era nuestro fuerte, aquello carecía de importancia, salvo cuando la bibliotecaria, harta de ver como sus preciados estantes se vaciaban, sin que nadie devolviese sus más preciados tesssoros, se dedicaba a enviar cartas a casa recordándonos la obligación adquirida al préstamo del libro y que debíamos devolver tal o cuál obra, misivas que, curiosamente, nunca iban dirigidas a nuestras personas, sino que siempre eran nuestros padres quienes las recibían. Entonces, el tema se volvía Asunto de Estado y, durante un tiempo, nosotros sentíamos cierto rencor hacia aquella pobre señora. (Aquí quiero dejar constancia que, en cualquier caso, lo más que recibí por parte de mis padres fue alguna que otra regañina y nunca, repito, nunca, hubo ningún castigo drástico ni violento y, de paso, un besazo para mis padres).
En cualquier caso, y a lo que íbamos, yo salí del hospital sin hacerle ni puñetero caso a aquel libro, pues estaba por otros menesteres, y al regresar, ¡por fin! a mi tan añorada casa... me encuentro con el puñetero volumen en el fondo de la maleta y, como no tenía ningún plan aquel día, puse la música y, mientras sonaban los primeros compases de 'Shine on your crazy diamond' empecé a leer: "Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centensimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificiencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton"... ¡Buf!, pensé en aquel instante y a punto estuve de darle carpetazo. ¿Quién me iba a decir, entonces, que aquél primer párrafo acabaría siendo el libro que más veces he leído en mi vida?
Bueno, todo este rollo que os acabo de enchufar aquí (sin darme cuenta lo juro) puede que no pasara con exactitud, si bien es cierto en su gran mayoría, pero me sirve de excusa para preguntarme porqué, veinte años después, todavía no me había atrevido a dibujar nada referente a la obra del Tolkien, cuando es una lectura que se presta a ello. No sé muy bien a qué se debe, pero, en cualquier caso, una vez empecé, me ha costado mucho parar y, lo creo sinceramente, he saldado con creces una cuenta pendiente conmigo mismo. El caso es que todo empezó con un dibujo sin sentido mientras esperaba el cierre en el diario y, bueno, la cosa ha acabado sliéndose de madre, aunque ha valido la pena el esfuerzo. Así que, sin más dilación, os dejo mi pequeña contribución al fantástico mundo de 'The Lord of the Rings', aún sabiendo en el espinoso terreno en el que me meto. No están todos los que son, pero sí son todos los que están.
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