¡Buenaaaaaas! Aquí estamos otra vez, con lo mío. En esta ocasión, le ha tocado el turno a otro de los GRANDES, (así, con mayúsculas), a pesar de que el muchachote era "de carácter rudo e irascible, siempre dispuesto a sentirse ofendido, e incluso a clavarle un puñal a cualquiera", (según E.H. Gombrich en 'La Historia del Arte contada por E.H. Gombrich'). Vamos, que el tío era un poco 'garrulo' y, sin embargo, un genio. ¿Qué le vamos a hacer?
El cuadro elegido para homenajear a tan magna persona es 'La incredulidad de Santo Tomás'. Espero que os guste.

En fin, me voy, a ver si encuentro el caballete. Un abrazo y hasta el próximo.